Las compras
En apariencia, como sucede con muchos otros aspectos en la Ciudad
de los Amantes, las compras y el sistema económico no difiere en mucho en
comparación con la ciudad vecina. En ella encontramos multitud de servicios,
tiendas, bancos, fábricas, empresas varias de telefonía, de telecomunicaciones
y culturales que utilizan como motor el dinero. La diferencia es que en la
Ciudad el amor es la moneda de cambio.
Al ser una ciudad pequeña la vida se reparte por igual en todas sus zonas: cada barrio tiene los establecimientos necesarios para poder vivir sin salir de él y, para fomentar las relaciones entre los diferentes Amantes, hay distribuidos por toda la Ciudad mercados y zocos especializados en sectores concretos donde los productos que se ofrecen son de la mejor calidad y a buenos precios. Cada mercado se sitúa en una zona diferente de la Ciudad, lo que provoca que para ir a él los habitantes de otras zonas tengan que desplazarse y salir de las calles que pisan cada día. Eso convierte la visita al zoco en un acontecimiento turístico además de en una posibilidad de salir de la rutina diaria. Entre otros, encontramos mercados de alimentos, de ropa, de libros y discos, zonas de cines, de teatros o de bares repartidos por los diferentes barrios. Los zocos dividen geográficamente la economía y unen a sus habitantes al convertir el capitalismo en un acontecimiento social más.
Todos los habitantes de la Ciudad de los Amantes van a comprar a los zocos, al menos, de vez en cuando, siendo alguno de ellos grandes seguidores de esta forma de comprar. Muchos van simplemente a pasearse, a ver lo que se ofrece y a disfrutar de la posibilidad de distinguir a los Amantes de lejos por su forma de comprar.
Cuando los Amantes van a los mercados, los comerciantes venidos de otras ciudades se preparan con sobredosis de paciencia para poder superar las pruebas a las que van a ser sometidos por ellos, solos o en parejas, mientras que los comerciantes Amantes se divierten comprobando la veracidad de los tópicos que comienzan a circular sobre el diferente comportamiento de unos y otros. Por ejemplo, algo bastante común entre los Amantes flechados es que, al quedarse completamente enamorados de la prenda, del alimento o de la especia que ve, lo coja y quiera llevárselo sin acordarse de que tiene que pagar por él. Cuando se ve a algún Amante con delantal blanco corriendo detrás de otro amante es porque generalmente los que corren delante han vuelto a sentir el flechazo, esta vez en sus bolsillos. Otra reacción de los flechados es pegarse al producto causante de la reacción y quedarse así hasta que pasen las vibraciones. A veces el efecto dura más de lo que podría desearse.
Los Amantes del conocimiento se caracterizan por amenizar las horas de los comerciantes preguntándoles los detalles del producto en el que están interesados. Muchas son las ocasiones en las que los Amantes se van sin comprar nada echados por la escasa paciencia del comerciante.
El resto de clientes pueden ser Amantes emparejados que han pasado su primera época de éxtasis amoroso o solteros que, disimuladamente, se dejan llevar por la tendencia natural de amar que todos, como Amantes, llevan dentro.
En todos los comercios de la Ciudad, si agudizamos un poco la vista, rápidamente descubrimos al lado de la caja carteles en los que se anuncia “Se aceptan amores”, la moneda local de la Ciudad.
Al ser una ciudad pequeña la vida se reparte por igual en todas sus zonas: cada barrio tiene los establecimientos necesarios para poder vivir sin salir de él y, para fomentar las relaciones entre los diferentes Amantes, hay distribuidos por toda la Ciudad mercados y zocos especializados en sectores concretos donde los productos que se ofrecen son de la mejor calidad y a buenos precios. Cada mercado se sitúa en una zona diferente de la Ciudad, lo que provoca que para ir a él los habitantes de otras zonas tengan que desplazarse y salir de las calles que pisan cada día. Eso convierte la visita al zoco en un acontecimiento turístico además de en una posibilidad de salir de la rutina diaria. Entre otros, encontramos mercados de alimentos, de ropa, de libros y discos, zonas de cines, de teatros o de bares repartidos por los diferentes barrios. Los zocos dividen geográficamente la economía y unen a sus habitantes al convertir el capitalismo en un acontecimiento social más.
Todos los habitantes de la Ciudad de los Amantes van a comprar a los zocos, al menos, de vez en cuando, siendo alguno de ellos grandes seguidores de esta forma de comprar. Muchos van simplemente a pasearse, a ver lo que se ofrece y a disfrutar de la posibilidad de distinguir a los Amantes de lejos por su forma de comprar.
Cuando los Amantes van a los mercados, los comerciantes venidos de otras ciudades se preparan con sobredosis de paciencia para poder superar las pruebas a las que van a ser sometidos por ellos, solos o en parejas, mientras que los comerciantes Amantes se divierten comprobando la veracidad de los tópicos que comienzan a circular sobre el diferente comportamiento de unos y otros. Por ejemplo, algo bastante común entre los Amantes flechados es que, al quedarse completamente enamorados de la prenda, del alimento o de la especia que ve, lo coja y quiera llevárselo sin acordarse de que tiene que pagar por él. Cuando se ve a algún Amante con delantal blanco corriendo detrás de otro amante es porque generalmente los que corren delante han vuelto a sentir el flechazo, esta vez en sus bolsillos. Otra reacción de los flechados es pegarse al producto causante de la reacción y quedarse así hasta que pasen las vibraciones. A veces el efecto dura más de lo que podría desearse.
Los Amantes del conocimiento se caracterizan por amenizar las horas de los comerciantes preguntándoles los detalles del producto en el que están interesados. Muchas son las ocasiones en las que los Amantes se van sin comprar nada echados por la escasa paciencia del comerciante.
El resto de clientes pueden ser Amantes emparejados que han pasado su primera época de éxtasis amoroso o solteros que, disimuladamente, se dejan llevar por la tendencia natural de amar que todos, como Amantes, llevan dentro.
En todos los comercios de la Ciudad, si agudizamos un poco la vista, rápidamente descubrimos al lado de la caja carteles en los que se anuncia “Se aceptan amores”, la moneda local de la Ciudad.