El trabajo
El trabajo en la Ciudad de los Amantes, como ciudad de su tiempo que es, está regido por una economía de mercado en la que cada habitante tiene su multifunción. De esta forma, es regla común encontrar a filósofos casi licenciados en el arte de servir cafés; poetas filólogos que convierten las pizzas en metáforas de la cena; clarinetistas que componen sus temas con las notas del teléfono de un cardiólogo privado; artistas plásticas haciendo de la investigación sociológica toda una tendencia estética; cineastas haciendo de extras entre miles de faldas, planchas e hilos de costura; grandes actrices haciendo de la lectura de sus tesis sus mayores papeles; verdaderas multifacéticas encerradas entre ocho paredes: las cuatro del trabajo y las cuatro de la hipoteca; y algunas libres y pensadoras entregadas al control de su pensamiento. Sólo los músicos, debido a la cantidad de parques, bares y lugares varios donde la música siempre es bienvenida, parecen ser los más centrados en su función, aunque a algunos, las más de las veces, también les toque hacer de actores y bailar con una gigantesca pelota de playa en un escenario a oscuras y sin música.
Además de los Amantes-trabajadores, existe la figura del plegador, que es aquel que pliega el mercado cubriendo gratuitamente necesidades para las que generalmente se requiere dinero: consiste en ofrecer la posibilidad de trabajar y de conseguir algún sustento fuera del mercado oficial de trabajo a todo Amante que así lo solicite.
Los pliegues del mercado se regulan desde las Casas de los Amantes, donde se pueden consultar las listas de demandas de la zona para colaborar con ellas. Arreglos en la infraestructura del barrio, alguien que recoja a los niños del colegio, que le dé un masaje en los pies a la abuela, y al niño también, ayuda con las matemáticas, alguien que cocine, un electricista, un pintor, una persona que zurza el dobladillo a los pantalones o alguien alto para cambiar una bombilla son algunas de las demandas más comunes. De esta forma, a través de estos servicios voluntarios, los Amantes en vacaciones obligatorias que quieran ocupar su tiempo pueden intercambiar sus servicios por otros que ellos necesiten de otros Amantes, sin la necesidad de hacer uso del dinero que no están ganando para adquirirlos. Los Amantes que quieran participar en este intercambio de trabajos sólo tienen que dirigirse a la Casa de los Amantes de su barrio y darse de alta en la lista explicando los trabajos que podría realizar para otros y las demandas que él tiene en esos momentos.
Estas actuaciones civiles son regidas desde los barrios por los mismos vecinos, sin que el gobierno central tome cartas en el asunto.
Los Amantes que tienen el pan asegurado bajo el brazo traído de la mano de un trabajo estable también participan en este intercambio de servicios, aunque le dedican menos tiempo que los Amantes cuyo pan no lo encuentran bajo su brazo sino delante de ellos y siempre sacándoles bastante ventaja.
Además de los Amantes-trabajadores, existe la figura del plegador, que es aquel que pliega el mercado cubriendo gratuitamente necesidades para las que generalmente se requiere dinero: consiste en ofrecer la posibilidad de trabajar y de conseguir algún sustento fuera del mercado oficial de trabajo a todo Amante que así lo solicite.
Los pliegues del mercado se regulan desde las Casas de los Amantes, donde se pueden consultar las listas de demandas de la zona para colaborar con ellas. Arreglos en la infraestructura del barrio, alguien que recoja a los niños del colegio, que le dé un masaje en los pies a la abuela, y al niño también, ayuda con las matemáticas, alguien que cocine, un electricista, un pintor, una persona que zurza el dobladillo a los pantalones o alguien alto para cambiar una bombilla son algunas de las demandas más comunes. De esta forma, a través de estos servicios voluntarios, los Amantes en vacaciones obligatorias que quieran ocupar su tiempo pueden intercambiar sus servicios por otros que ellos necesiten de otros Amantes, sin la necesidad de hacer uso del dinero que no están ganando para adquirirlos. Los Amantes que quieran participar en este intercambio de trabajos sólo tienen que dirigirse a la Casa de los Amantes de su barrio y darse de alta en la lista explicando los trabajos que podría realizar para otros y las demandas que él tiene en esos momentos.
Estas actuaciones civiles son regidas desde los barrios por los mismos vecinos, sin que el gobierno central tome cartas en el asunto.
Los Amantes que tienen el pan asegurado bajo el brazo traído de la mano de un trabajo estable también participan en este intercambio de servicios, aunque le dedican menos tiempo que los Amantes cuyo pan no lo encuentran bajo su brazo sino delante de ellos y siempre sacándoles bastante ventaja.