Distribución de la ciudad
La distribución de la Ciudad de los Amantes ha ido cambiando
con los años.
Antiguamente los Amantes ocupaban diferentes zonas de la Ciudad según fueran de un tipo u otro: las parejas de Amantes (flechados o del conocimiento) vivían en los barrios de la periferia conocidos como “barrios del amor”. Estos barrios rodeaban al barrio central, el llamado “de los solteros”: el barrio de los flechados por el oeste y el barrio de los del conocimiento por el este. El aumento de la población, que convirtió al pueblo de los Amantes en ciudad, supuso un hecho decisivo para acabar con la tendencia divisoria de los barrios.
Cuando la Ciudad era pueblo y una pareja de Amantes decidía convivir, lo habitual era buscar una vivienda en el barrio que les correspondiera. Con el aumento de la población, los pisos de los solteros se fueron ocupando con los recién llegados así como los pisos vacíos de cualquiera de los barrios del amor. La vivienda comenzó a escasear por lo que encontrar una casa habitable se convirtió casi en un imposible. De este modo surgió una nueva tendencia: cuando una pareja decidía convivir, uno de los Amantes se mudaba a la casa de soltero del otro. Si con el paso del tiempo veían que estaban cómodos, el cambio a otra casa ya no era necesario. De esta forma los barrios se fueron reconfigurando y cada vez era más común encontrar a Amantes de varios tipos y a recién llegados viviendo en el mismo edificio. Así fue como nació la integración en la Ciudad de los Amantes.
A pesar del paso del tiempo y de la mezcla de Amantes en cualquiera de los espacios de la Ciudad, todavía hoy podemos encontrar restos en la infraestructura que dan cuenta de su antigua división interna.
De los tres barrios antiguos, el de los solteros es el más popular en cuanto a la vida social de sus calles y el más elegido para pasear por las noches. Los bares más conocidos por su antigüedad, su personalidad y la atmósfera que en ellos se respira los encontramos entre las estrechas calles de este barrio. Además, sus plazas son las más visitadas por los Amantes que deciden pasar la tarde leyendo, en grupos o individualmente, u observando lo que ocurre entre sus gentes. En ellas se sitúan algunos de los zocos más famosos de la Ciudad por sus gangas, de entre los que destaca el mercado de pasatiempos. Otro mercado, de gran aceptación entre los niños, es el de juguetes usados donde son ellos mismos los que deciden sus intercambios.
En cada uno de estos zocos siempre se puede encontrar al fondo a la derecha el puesto de dedicatorias: si alguien ha encontrado un regalo y no sabe cómo dedicarlo, allí dispondrá de varias cabezas pensantes que en unos pocos minutos y con unos pocos datos le escribirán la dedicatoria adecuada a su regalo, sea lectura, auditivo o comestible, pudiendo llevar también regalos que hayan sido comprados fuera del propio zoco. A partir de un precio mínimo simbólico, los Amantes pagarán sus dedicatorias según su lectura les indique.
La disposición y horario de los diferentes zocos y mercados es de sobra conocida entre los habitantes de la Ciudad. Los despistados o los visitantes pueden consultar esta información en la prensa del fin de semana o preguntar a cualquier transeúnte hasta dar con la información buscada. Muchos de los zocos que encontramos en las plazas están formados por los mismos comercios de la Ciudad que, organizados por productos, deciden cerrar un día sus puertas y salir a la calle para estar más en contacto con la gente y amenizar al menos un rato de la jornada laboral semanal. Son los mercados llamados “tiendas sin paredes”.
Del barrio de los solteros se pasa a cualquiera de los antiguos “barrios del amor” sin casi notar diferencia alguna en los primeros pasos. A los escasos metros, sin embargo, el ambiente se vuelve completamente diferente en ambas direcciones.
Por el oeste, los muros de las estrechas calles del barrio de los solteros se van acercando más entre ellos hasta convertirlas en verdaderas callejuelas por las que, en ocasiones, hasta la luz del sol tiene dificultades para pasar. En ellas se encuentran numerosos recovecos y pequeñas plazas ocultas utilizadas por los Amantes flechados para desarrollar sus juegos de encuentros o de perfeccionamiento. Algunas de estas plazas, repobladas con numerosos árboles y plantas, han sido aprovechadas por bares y restaurantes cercanos para ofrecer románticas y flechadas cenas a la luz de las luciérnagas confundidas por tanta vegetación. Tiendas de diseño, decoración o ropa, con materiales primarios o reciclados, son características de este barrio distinguido históricamente por su seguimiento de las últimas tendencias estéticas.
Por el lado este del barrio de los solteros, cruzando por el puente de los encuentros, cuyo nombre nadie sabe con seguridad si vino por el uso que los Amantes le daban al puente o si los Amantes le dieron dicho uso por el nombre que ya tenía, las estrechas calles solteriles adoptan la tendencia contraria a la del lado oeste de la Ciudad ensanchándose hasta dar paso a agradables avenidas por las que pasear se convierte, casi de repente, en un puro deslizarse: bicicletas, patines, cochecitos de bebés, patinetas,... todos tienen cabida en estas pequeñas y lisas avenidas. De todos los medios de transportes disfrutables en este barrio, el tranvía, prácticamente inexistente en el de los flechados por la estrechez de las calles, es el preferido, especialmente si se quiere acceder al barrio de los solteros por la parte sur, para lo cual hay que ascender hasta el Cerro de las Lobas. Esta línea es famosa, además de por pasar por los lugares más emblemáticos de la Ciudad, por la parada oficial de unos minutos en la cima del Cerro, donde los pasajeros pueden bajarse para disfrutar de la vista panorámica. Es común encontrarse, después de la parada, el tranvía bastante más vacío ya que son muchos los Amantes que deciden quedarse un rato más conociéndose y conociendo su ciudad desde una realidad un poco más elevada de la habitual. El siguiente tranvía, al dejar allí a otro número de Amantes, siempre tiene espacio para los que ya tuvieron suficiente pensamiento de altura.
Por haber estado siempre muy bien conectado con el resto de barrios, este se ha caracterizado por un gran comercio gracias principalmente a las exigencias de los vecinos cuya asociación y trabajo consiguen estabilidad de precios y controles de calidad continuos. Las tiendas de productos a baja escala, artesanales y ecológicos son la especialidad del barrio, aliviando la tremenda curiosidad de los Amantes del conocimiento por saber cómo, cuándo, dónde y con qué fue cultivado o elaborado cada producto que las monedas de sus bolsillos pagan. En esta misma línea, sus pequeñas avenidas hacen las veces de jardín botánico donde cada planta visible tiene un cartel explicativo sobre su naturaleza y características.
Fuera de la zona histórica de la Ciudad, la geografía continúa cambiando en ambas direcciones, homogeneizándose en círculo hasta encontrarse paisajes similares en los cuatro puntos cardinales. Estas zonas nuevas, aunque se han convertido en espacios completamente diferentes a las zonas históricas, guardan cierta unidad con ellas gracias a la continua presencia de la naturaleza visible a cada paso. Árboles de cientos de tipos, arbustos, plantas, flores, insectos y aves ceden parte de su espacio a las construcciones hechas por los Amantes, construcciones que parecen haber pedido permiso a la naturaleza para poder situarse sobre ella. Como buenos vecinos que son, los Amantes siempre han cuidado y protegido toda especie de vida que se desarrolla a su alrededor, siendo esta una forma de proteger también a su propia especie.
En un intento por continuar desarrollando esta estrecha relación de convivencia con la tierra y de hacer de las zonas nuevas lugares más verdes, comenzó como iniciativa individual convertir los pequeños patios descuidados de algunas casas en espacios de cultivo, devolviéndole de esta forma a la tierra lo que es de ella. Esta iniciativa tuvo una gran acogida entre los vecinos más próximos, tanto que se fue extendiendo hasta llegar a las Casas de los Amantes en las que se decidió trabajar con los solares abandonados de la zona para convertirlos en huertas urbanas. Los Amantes que no tienen lugar en sus hogares para su propio cultivo, o algunos que sí lo tienen pero que no se cansan de estar en contacto con la tierra, son los que se encargan de cuidar estos espacios cuyos productos, una vez que los cuidadores se hayan autoabastecido, serán vendidos o intercambiados por otros enseres en las Casas de los Amantes de cada barrio y en los mercados de la Ciudad.
Entre tanta naturaleza, el cemento, aunque está presente, hace lo posible por no aparecer demasiado y, en los tejados, los jardines–huertas hacen que desaparezca a vista de pájaro.
Antiguamente los Amantes ocupaban diferentes zonas de la Ciudad según fueran de un tipo u otro: las parejas de Amantes (flechados o del conocimiento) vivían en los barrios de la periferia conocidos como “barrios del amor”. Estos barrios rodeaban al barrio central, el llamado “de los solteros”: el barrio de los flechados por el oeste y el barrio de los del conocimiento por el este. El aumento de la población, que convirtió al pueblo de los Amantes en ciudad, supuso un hecho decisivo para acabar con la tendencia divisoria de los barrios.
Cuando la Ciudad era pueblo y una pareja de Amantes decidía convivir, lo habitual era buscar una vivienda en el barrio que les correspondiera. Con el aumento de la población, los pisos de los solteros se fueron ocupando con los recién llegados así como los pisos vacíos de cualquiera de los barrios del amor. La vivienda comenzó a escasear por lo que encontrar una casa habitable se convirtió casi en un imposible. De este modo surgió una nueva tendencia: cuando una pareja decidía convivir, uno de los Amantes se mudaba a la casa de soltero del otro. Si con el paso del tiempo veían que estaban cómodos, el cambio a otra casa ya no era necesario. De esta forma los barrios se fueron reconfigurando y cada vez era más común encontrar a Amantes de varios tipos y a recién llegados viviendo en el mismo edificio. Así fue como nació la integración en la Ciudad de los Amantes.
A pesar del paso del tiempo y de la mezcla de Amantes en cualquiera de los espacios de la Ciudad, todavía hoy podemos encontrar restos en la infraestructura que dan cuenta de su antigua división interna.
De los tres barrios antiguos, el de los solteros es el más popular en cuanto a la vida social de sus calles y el más elegido para pasear por las noches. Los bares más conocidos por su antigüedad, su personalidad y la atmósfera que en ellos se respira los encontramos entre las estrechas calles de este barrio. Además, sus plazas son las más visitadas por los Amantes que deciden pasar la tarde leyendo, en grupos o individualmente, u observando lo que ocurre entre sus gentes. En ellas se sitúan algunos de los zocos más famosos de la Ciudad por sus gangas, de entre los que destaca el mercado de pasatiempos. Otro mercado, de gran aceptación entre los niños, es el de juguetes usados donde son ellos mismos los que deciden sus intercambios.
En cada uno de estos zocos siempre se puede encontrar al fondo a la derecha el puesto de dedicatorias: si alguien ha encontrado un regalo y no sabe cómo dedicarlo, allí dispondrá de varias cabezas pensantes que en unos pocos minutos y con unos pocos datos le escribirán la dedicatoria adecuada a su regalo, sea lectura, auditivo o comestible, pudiendo llevar también regalos que hayan sido comprados fuera del propio zoco. A partir de un precio mínimo simbólico, los Amantes pagarán sus dedicatorias según su lectura les indique.
La disposición y horario de los diferentes zocos y mercados es de sobra conocida entre los habitantes de la Ciudad. Los despistados o los visitantes pueden consultar esta información en la prensa del fin de semana o preguntar a cualquier transeúnte hasta dar con la información buscada. Muchos de los zocos que encontramos en las plazas están formados por los mismos comercios de la Ciudad que, organizados por productos, deciden cerrar un día sus puertas y salir a la calle para estar más en contacto con la gente y amenizar al menos un rato de la jornada laboral semanal. Son los mercados llamados “tiendas sin paredes”.
Del barrio de los solteros se pasa a cualquiera de los antiguos “barrios del amor” sin casi notar diferencia alguna en los primeros pasos. A los escasos metros, sin embargo, el ambiente se vuelve completamente diferente en ambas direcciones.
Por el oeste, los muros de las estrechas calles del barrio de los solteros se van acercando más entre ellos hasta convertirlas en verdaderas callejuelas por las que, en ocasiones, hasta la luz del sol tiene dificultades para pasar. En ellas se encuentran numerosos recovecos y pequeñas plazas ocultas utilizadas por los Amantes flechados para desarrollar sus juegos de encuentros o de perfeccionamiento. Algunas de estas plazas, repobladas con numerosos árboles y plantas, han sido aprovechadas por bares y restaurantes cercanos para ofrecer románticas y flechadas cenas a la luz de las luciérnagas confundidas por tanta vegetación. Tiendas de diseño, decoración o ropa, con materiales primarios o reciclados, son características de este barrio distinguido históricamente por su seguimiento de las últimas tendencias estéticas.
Por el lado este del barrio de los solteros, cruzando por el puente de los encuentros, cuyo nombre nadie sabe con seguridad si vino por el uso que los Amantes le daban al puente o si los Amantes le dieron dicho uso por el nombre que ya tenía, las estrechas calles solteriles adoptan la tendencia contraria a la del lado oeste de la Ciudad ensanchándose hasta dar paso a agradables avenidas por las que pasear se convierte, casi de repente, en un puro deslizarse: bicicletas, patines, cochecitos de bebés, patinetas,... todos tienen cabida en estas pequeñas y lisas avenidas. De todos los medios de transportes disfrutables en este barrio, el tranvía, prácticamente inexistente en el de los flechados por la estrechez de las calles, es el preferido, especialmente si se quiere acceder al barrio de los solteros por la parte sur, para lo cual hay que ascender hasta el Cerro de las Lobas. Esta línea es famosa, además de por pasar por los lugares más emblemáticos de la Ciudad, por la parada oficial de unos minutos en la cima del Cerro, donde los pasajeros pueden bajarse para disfrutar de la vista panorámica. Es común encontrarse, después de la parada, el tranvía bastante más vacío ya que son muchos los Amantes que deciden quedarse un rato más conociéndose y conociendo su ciudad desde una realidad un poco más elevada de la habitual. El siguiente tranvía, al dejar allí a otro número de Amantes, siempre tiene espacio para los que ya tuvieron suficiente pensamiento de altura.
Por haber estado siempre muy bien conectado con el resto de barrios, este se ha caracterizado por un gran comercio gracias principalmente a las exigencias de los vecinos cuya asociación y trabajo consiguen estabilidad de precios y controles de calidad continuos. Las tiendas de productos a baja escala, artesanales y ecológicos son la especialidad del barrio, aliviando la tremenda curiosidad de los Amantes del conocimiento por saber cómo, cuándo, dónde y con qué fue cultivado o elaborado cada producto que las monedas de sus bolsillos pagan. En esta misma línea, sus pequeñas avenidas hacen las veces de jardín botánico donde cada planta visible tiene un cartel explicativo sobre su naturaleza y características.
Fuera de la zona histórica de la Ciudad, la geografía continúa cambiando en ambas direcciones, homogeneizándose en círculo hasta encontrarse paisajes similares en los cuatro puntos cardinales. Estas zonas nuevas, aunque se han convertido en espacios completamente diferentes a las zonas históricas, guardan cierta unidad con ellas gracias a la continua presencia de la naturaleza visible a cada paso. Árboles de cientos de tipos, arbustos, plantas, flores, insectos y aves ceden parte de su espacio a las construcciones hechas por los Amantes, construcciones que parecen haber pedido permiso a la naturaleza para poder situarse sobre ella. Como buenos vecinos que son, los Amantes siempre han cuidado y protegido toda especie de vida que se desarrolla a su alrededor, siendo esta una forma de proteger también a su propia especie.
En un intento por continuar desarrollando esta estrecha relación de convivencia con la tierra y de hacer de las zonas nuevas lugares más verdes, comenzó como iniciativa individual convertir los pequeños patios descuidados de algunas casas en espacios de cultivo, devolviéndole de esta forma a la tierra lo que es de ella. Esta iniciativa tuvo una gran acogida entre los vecinos más próximos, tanto que se fue extendiendo hasta llegar a las Casas de los Amantes en las que se decidió trabajar con los solares abandonados de la zona para convertirlos en huertas urbanas. Los Amantes que no tienen lugar en sus hogares para su propio cultivo, o algunos que sí lo tienen pero que no se cansan de estar en contacto con la tierra, son los que se encargan de cuidar estos espacios cuyos productos, una vez que los cuidadores se hayan autoabastecido, serán vendidos o intercambiados por otros enseres en las Casas de los Amantes de cada barrio y en los mercados de la Ciudad.
Entre tanta naturaleza, el cemento, aunque está presente, hace lo posible por no aparecer demasiado y, en los tejados, los jardines–huertas hacen que desaparezca a vista de pájaro.